Hay un incontable número de estilos dentro de las artes filipinas, pero todos ellos tienen un común denominador que les proporciona mayor adaptabilidad que la que poseen la mayoría de las Artes Marciales de la actualidad. Sus principios de combate se basan en un modelo de ángulos en los cuales deben caer todos los ataques , no importa de que estilo o arma se trate. Una vez comprendidos los ángulos de ataque, se conocen todos los estilos de lucha y solo es necesario efectuar ajustes respecto de particularidades de los trabajos de pies o características de los golpes. Un arma liviana, por ejemplo, puede cambiar de ángulo varias veces en medio de un golpe simple y sin embargo se requiere muy poco para desviarlo. Un arma más pesada debe completar su movimiento en un ángulo único antes de regresar, de manera que necesita un único movimiento defensivo, pero ese movimiento por lo general debe desviarse del camino.
Todo esto proviene de un arte antiguo, primitivo pero sofisticado. Con esta clase de enfoque los filipinos llegaron a poseer un conocimiento propio de la esgrima española que ignoraban por completo como tal. No es extraño entonces que ocasionaran a los españoles tantos problemas.
Cuando los españoles regresaron lo hicieron con refuerzos y armas de fuego. Aún cuando los filipinos entendían el combate a manos limpias e incluso con el palo y con armas de hoja cortante, tuvieron muy poca posibilidad de luchar contra las piezas de artillería española y sus avanzadas técnicas de conquista.
Los isleños mismos rara vez cruzaban las fronteras de sus propios territorios y a menudo libraban batallas civiles con regiones vecinas.


Las poderosas fuerzas españolas descubrieron esta debilidad y se lanzaron a la conquista de cada pequeña área como si se tratara de naciones independientes.
Por medio de esas tácticas usaron a la gente de una región para dominar las insurrecciones en otra, provocando enfrentamientos de destreza de luchas entre los propios filipinos. Fue así que el pueblo filipino se conquistó así mismo y muchos elementos de la lengua, las artes y la religión españolas fueron asimilados por su cultura. Una vez que estuvo asegurado el dominio español, las artes marciales filipinas fueron proscriptas. La esgrima no era precisamente algo que los españoles estuvieran dispuestos a permitir que el pueblo conquistado practicase.
La esgrima se transformó entonces en un arte clandestino, oculto a los ojos españoles. Mientras tanto los nobles españoles vestidos con encaje y acero, desarrollaban un nuevo interés en torno de algunas extrañas danzas isleñas. En una danza particular, los ejecutantes usaban muñequeras decoradas, hechas de cuero, para realzar sus manos. Esto se convirtió en la danza favorita de los españoles quienes designaron bailarines para que la ejecutaran en funciones especiales e incluso como entretenimiento en España misma. Ellos se divertían con los pueblerinos que danzaban vestidos con sus trajes isleños, haciendo girar sus manos extendidas al ritmo de los tambores nativos. Los propios filipinos deben haberse divertido también. Las danzas nativas empleaban muchos movimientos combativos del kali. Esa era la manera en que ellos practicaban y preservaban sus proscriptas Artes Marciales, frente a las mismas narices de los españoles. Los dibujos ornamentales trazados en sus cuerpos preservaron a su vez el alfabeto después que los españoles quemaran todos sus libros.